Cuenta la leyenda que un joven leñador retó a otro leñador más mayor para ver quién cortaba más troncos en un determinado tiempo. El leñador más joven creía que por ser más joven y más fuerte iba a cortar más troncos que el leñador más mayor.
El reto empezó y el joven comenzó a cortar un tronco detrás de otro sin parar y con todas sus ganas, mientras que el leñador más mayor y más experimentado se sentó tranquilamente y comenzó a afilar su hacha.
El joven leñador lo miraba y se decía a sí mismo ¿Pero qué hace que no empieza ya a cortar troncos? ¿No ve lo rápido que he empezado yo y cuántos troncos he cortado ya?
Cuando ya quedaba poco tiempo para finalizar el reto, el leñador más joven estaba agotado y comenzó a pensar en abandonar porque, hasta ese momento, consideraba que ya había cortado suficientes troncos y que el leñador mayor, nunca le alcanzaría.
En cambio el leñador más mayor, una vez que hubo afilado perfectamente su hacha, comenzó a cortar los troncos. Su hacha estaba tan bien afilada que no le suponía ningún esfuerzo cortar cada tronco por lo que en pocos minutos alcanzó el número de troncos que había cortado el joven leñador e incluso lo superó terminando la tarea con mucho menor esfuerzo.